Historia de Rusia: los sueños de un imperio

Presentación:

La Rusia actual es la heredera directa tanto del Imperio Zarista como de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Como tal ha recibido un importante legado político y cultural, una industria poderosa en términos económicos y militares, así como uno de los territorios más extensos del mundo.
Durante siglos Rusia y sus antecesores han enfrentado enormes crisis, tanto internas como externas, y a pesar de las graves contingencias y adversas situaciones, han logrado reconstruirse en incontables oportunidades, alcanzando una fuerza y potencia renovadas. Así, a lo largo de la historia diversos gobernantes han proyectado nuevos ciclos de expansión imperial aprovechando la fortaleza renovada luego de las hondas coyunturas que han sorteado, pretendiendo imponer las voluntades políticas rusas a sus pueblos vecinos, generando constantes tensiones en sus fronteras debido a motivos religiosos, lingüísticos e ideológicos. Pero, a pesar de los constantes esfuerzos por convertirse en una potencia hegemónica a nivel mundial y las disputas globales asociadas a estos designios, diversas causas la han relegado a un actor político regional.
Este curso propone una lectura de la milenaria historia del pueblo ruso, así como sus periodos de auge y expansión, y crisis y recogimiento, con lo cual podremos comprender la complejidad de sus características políticas, económicas, demográficas, y por supuesto culturales.

Contenidos:

• El Rus de Kiev: la cristianización de los eslavos.

Los grupos eslavos ya habían habitado durante siglos el este de Europa manteniendo dinámicas tribales, pero al contrario de sus contrapartes occidentales, no habían desarrollado un sistema estatal y político complejo. Sin embargo, las difíciles condiciones de la península escandinava forzaron a una serie de vikingos suecos, denominados Varegos, a explorar el Báltico, donde entraron en contacto con las sociedades eslavas. Por medio de las armas lograron someterlos, y se convirtieron en los líderes de un Estado que controlaba las rutas comerciales entre el mar Negro y el norte de Europa.
Debido a su cercanía con el imperio Bizantino, o la Roma de Oriente, los influjos culturales del mundo griego fueron palpables: la adopción del cirílico como alfabeto, emulación arquitectónica y artística fueron prueba de ello.
Quizá la impronta más relevante para la naciente identidad del pueblo ruso, sería la decisión de Vladimir de Kiev de adoptar el cristianismo ortodoxo, lo que le permitió a su vez obtener réditos políticos al enlazar matrimonialmente con la familia del emperador bizantino.

• Moscovia: el origen de un imperio.

Al igual que otros Estados y culturas de la época, el siglo XIII fue una época oscura y caótica. Las hordas de mongoles habían arrasado China, y habían avanzado hasta los confines europeos. El Rus de Kiev se sumió en una inestabilidad política tal, que las principales ciudades desarrollaron gobiernos autónomos que se estructuraron a partir de ducados y principados con sus propios intereses.
A pesar de lo efímero del Imperio Mongol, los herederos de Gengis Khan lograron mantener cuatro poderosos Estados en Asia. Uno de ellos, la Horda Dorada, con su capital en Sarai controló durante los siglos siguientes los avatares de los fragmentados principados ruso, y entre tal cantidad de liderazgos, emergió Moscovia como el de mayor poder, prestigio e influencia. En los siglos posteriores, creció bajo la sombra y protección de los herederos mongoles del Volga, hasta llegar al punto de emanciparse de su influjo e iniciar su propio camino de conquista y crecimiento territorial.

• La expansión zarista: la conquista de la estepa y la búsqueda del comercio oriental.

El poder político, militar y económico que se acumuló en Moscú, permitió a sus dirigentes buscar alianzas que reforzaran su legitimidad y prestigio. Quizá la conexión más relevante que logró la dinastía Rúrika fue establecer un vínculo matrimonial entre el Gran Duque y una sobrina del último emperador bizantino. Esta unión permitió que una vez Constantinopla fuera conquistada por los turcos otomanos en 1453, los gobernantes de Moscovia reivindicaran como cuyo el título romano de César, pasando a la lengua eslava como ‘Tzar’.
A partir de este momento, los zares proyectaron su capital como una tercera Roma, y buscaron embellecerla generando un gran estímulo al desarrollo de la arquitectura. De manera paralela, se impulsó la expansión al este, pretendiendo conectar con los ricos mercados orientales, donde finalmente establecieron contacto con China y Corea.
Una vez consolidada su presencia en esta frontera, los rusos liderados por la dinastía Romanov centraron su atención en el Báltico y Europa del este, lo que la llevó a la confrontación directa con las grandes potencias de la época.

• S. XIX: Las ambiciones rusas y los contrapesos europeos.

La Revolución Francesa sacudió los cimientos mismos de las monarquías absolutas de Europa. El derecho divino de los gobernantes fue desatendido, e incluso se ejecutaron integrantes de la familia real, pero por curioso que pueda parecer a primera vista, emergió un emperador para darle orden a Francia. Sus pretensiones, y su apoyo a la difusión de ideas revolucionarias preocupaban a los otros reyes y emperadores de Europa, los cuales agruparon grandes coaliciones antifrancesas. Ante la oposición rusa, Napoleón intentó tomar el país, experimentando un gran revés debido al crudo invierno. A pesar de haber hecho parte del bando vencedor, los intereses de Rusia fueron considerados nocivos o perjudiciales a los de los otros grandes Estados europeos, lo que desencadenó un apoyo constante a sus rivales, entorpeciendo su expansión.
Durante el resto del siglo XIX, en medio de la difusión de ideas liberales y nacionalistas, la administración zarista inició grandes proyectos de colonización, industrialización y modernización buscando desarrollar Rusia, y equiparar la potencia de Reino Unido, Alemania o Francia.

• ‘Proletarios del mundo, uníos’: La Revolución Rusa y el gobierno soviético.

Aunque varios zares pretendieron modernizar el imperio, finalmente predominó una actitud hermética y conservadora, en la cual la represión y enorme pobreza del pueblo ruso terminó creando la coyuntura perfecta para que los bolcheviques tomaran el control del Estado en medio de la Primera Guerra Mundial. Una vez consolidado su control sobre el territorio, establecieran la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que se convirtió, luego de la derrota de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial en uno de los líderes de los dos bloques enfrentados durante la Guerra Fría.
Sus pretensiones ideológicas los llevaron a una competencia estratégica contra el bloque occidental, y la Organización del Atlántico Norte (OTAN), la cual se prolongó durante décadas, hasta su estrepitosa desintegración, de la cual emergió la actual Federación Rusa y más de una docena de países.