Tomado de https://www.analisisnoverbal.com/contacto-visual-y-comunicacion-no-verbal/
El contacto visual es una de las herramientas más potentes de la comunicación no verbal, y el punto de partida de la escucha activa. Funciona como un interruptor: enciende y apaga nuestra conexión con los demás, y nos hace parecer accesibles. Todo empieza cuando las miradas se cruzan, y finaliza cuando los ojos se evitan. Lo que ocurre en medio depende en gran medida de nuestra capacidad para atender, entender y sentir. Es cuestión de sensibilidad. Y aunque suene raro, el sentido de la vista resulta muy útil a la hora de escuchar de verdad a los demás.
Quizás de pequeño te enseñaron a mirar a los dos lados de la calle antes de cruzarla. Sin embargo, no hizo falta que alguien te explicara la importancia de establecer contacto visual con el conductor de un vehículo que reduce la velocidad para dejarte pasar (sí, todavía quedamos algunos). Lo aprendiste solo. Son la intuición y el instinto trabajando en equipo por tu supervivencia: cuando el coche se acerca, buscas sin querer la mirada de quien lo conduce, y no te quedas tranquilo hasta que ambos se miran simultáneamente a los ojos.
Aunque no conozcas de nada a la persona sentada tras el volante, de pronto te inspira una confianza que hasta ese momento no sentías. Basta un cruce de miradas para poner tu integridad física en manos de un perfecto desconocido. Lo hacemos casi a diario, de forma automática y sin reparar en ello. Hasta ese extremo llega el poder del contacto visual.
Por el contrario, la ausencia de contacto visual nos hace invisibles. Nos ocurre con frecuencia, por ejemplo, al coincidir en el ascensor con un desconocido. Encerrados en un espacio tan pequeño nos sentimos incómodos, y apartamos la vista instintivamente. Si lo piensas, es igual que cuando los niños pequeños se tapan los ojos para que no los vean. Cualquier persona u objeto fuera del alcance de la vista deja de existir.
El contacto visual es un eficaz regulador de la comunicación y, en ocasiones, es la comunicación misma. Cuando esto último ocurre, la mirada por sí sola se convierte en el mensaje, y no hacen falta las palabras para entenderla: miradas que matan o que te atraviesan, miradas que desnudan, miradas desafiantes, de admiración, interrogativas, seductoras, irresistibles, perdidas, tiernas, cómplices, furtivas, pícaras, burlonas,…
Lo mismo sucede con los ojos: atónitos, inexpresivos, desorbitados, con brillo, apagados, como luceros… El repertorio no termina.
La mirada sirve también para establecer compromiso (“dilo mirándome a los ojos”); sirve para extasiarnos ante la belleza ajena (y la propia, en el caso de los narcisistas), o para embelesarnos con la actitud de un ser muy admirado.
Generalmente, la mirada habla por nosotros. Pero, sobre todo, la mirada sirve para escuchar, y para hacer ver a la otra persona que deseamos comunicarnos. El contacto visual constituye la herramienta más útil para la escucha activa, aquella que hace sentir cómodo a nuestro interlocutor y con la que obtendremos siempre la información de mayor calidad. Veamos cómo se hace:
Escuchar con la mirada
Recuerda…
…los ojos tienen su propio lenguaje. La mirada tiene un gran impacto en la comunicación y un enorme poder de seducción (también de intimidación). La mirada es el regulador más eficaz en la escucha y un poderoso intensificador emocional, que utilizamos para manifestar sintonía con nuestro interlocutor. Así que mucho cuidado con la forma de mirar. Toma conciencia y corrige tus errores.
Y si quieres que alguien te preste atención, espera en silencio a que te mire a los ojos. Será el momento de empezar a hablar.